martes, 20 de noviembre de 2018

El disfraz del "pensamiento crítico"

Cómo el marxismo autoritario pretende volver a reciclarse


Fuente: TDP.
         No se pueden reivindicar, al mismo tiempo, el pensamiento crítico y una ideología autoritaria. Hacerlo implica un total desconocimiento de lo que significa realmente el pensamiento crítico. Esto es lo que ha quedado reflejado en la reciente organización del Primer Foro Mundial de Pensamiento Crítico en Buenos Aires, que tuvo como una de sus principales oradoras a Cristina Fernández.
         El pensamiento crítico es una creación del liberalismo. Podemos remontarnos a Descartes, quien afirma que todo debe ponerse en duda y cuestionarse hasta el punto en que sólo queden en pie las verdades más básicas y elementales (pienso, luego existo…), para construir saberes a partir de ellas. Kant también se destaca como defensor del pensamiento libre de dogmas metafísicos, en su Crítica de la razón pura. Más acá en el tiempo, el liberal Karl Popper filosofa en torno al concepto de “falibilismo”. El austríaco nos enseña que todo saber es provisorio, porque siempre existe alguna probabilidad de error, por mucho que se haya comprobado empíricamente una idea en el pasado. Nunca debe dejar de someterse a crítica y a comprobación empírica una teoría.


         No es precisamente el marxismo, como ideología autoritaria de extrema izquierda, una corriente de pensamiento que tenga algo que ver con el pensamiento crítico. Pues, el pensamiento crítico no es lo mismo que la crítica del pensamiento ajeno.
         Si así fuera, todo pensamiento sería “crítico”, dado que supone implícitamente una crítica a todo pensamiento diferente. Sería una definición realmente absurda y sin aplicación o utilidad práctica. Y es ésta, precisamente, la definición que usan los marxistas para reivindicarse como “críticos”. Se basan en que son críticos del orden social capitalista, como si un solo tipo de crítica fuese admisible. La crítica del pensamiento liberal o democrático hacia las sociedades marxistas no contaría como “crítica”.
         Por tanto, nos vemos obligados a ensayar una definición más profunda, significativa y coherente del concepto de “pensamiento crítico”. Ser crítico implica rechazar todo criterio de autoridad, idolatría y fanatismo. Una idea no es verdadera o falsa por quién la formula o expresa, sino por los resultados prácticos empíricamente verificables que produce. Y esto no es una defensa del positivismo científico, que tiene que ver con incluir en los modelos mentales solamente las variables empíricamente observables. Es una defensa del pragmatismo filosófico, que rechaza los dogmas o razonamientos puramente abstractos o circulares.
         Las ideologías autoritarias se caracterizan por defender la plena concentración del poder en una persona o partido, así como la obediencia incondicional hacia el líder y su exaltación como encarnación de todas las virtudes y verdades a perseguir o conquistar. Por ende, toda ideología autoritaria, sea de extrema izquierda o de extrema derecha, es completamente incompatible con el pensamiento crítico y la combinación de ambos elementos no sería más que una flagrante contradicción.
         Esta contradicción se ha visto de manera patente en el llamado “Primer Foro Mundial de Pensamiento Crítico”. Para empezar, se invitaron como principales oradoras a expresidentes que, en el mejor de los casos, tuvieron la responsabilidad política principal por los gobiernos constitucionales más corruptos de la historia de Brasil (Dilma Rousseff) y Argentina (Cristina Fernández). No parece haber mucho espíritu crítico en colocar en el centro de la escena, escuchar acríticamente y aplaudir a semejantes dirigentes, como si nada hubiera pasado.
         Más allá de las falencias institucionales que indudablemente todavía imperan en Latinoamérica, en los últimos años se ha visto aunque sea el atisbo de una consolidación de poderes judiciales independientes. Podrá afirmarse que falta mucho por mejorar, pero no es casual que, por primera vez en la historia, en Brasil y Argentina se esté viendo a los principales empresarios y políticos de cada país sentarse en el banquillo de los acusados gracias a la implementación de la ley del arrepentido. Pero claro, esto pone en peligro la libertad de los dirigentes de extrema izquierda, como Dilma y Cristina, que gobernaron en la última década. Es por eso que el politólogo y sociólogo argentino Atilio Borón ha afirmado que una de las preocupaciones del foro será “el funcionamiento que está teniendo el sistema judicial en muchos países de América Latina”. La preocupación no es por el Estado de Derecho, sino por la impunidad de los líderes de extrema izquierda.
         Entre los eventos del foro se incluye un “Homenaje a la Revolución Cubana”. Se ve que los defensores del pensamiento crítico prefieren homenajear a la revolución cubana en vez de centrarse en la crítica de los asesinatos políticos, campos de concentración, cataclismos económicos, exiliados y perseguidos de la dictadura más larga de América. De más está decir que el verdadero pensamiento crítico homenajearía a las víctimas de una dictadura, no a sus victimarios.
         Es muy negativo para el desarrollo cultural que se bastardeen las palabras que simbolizan valores humanos y democráticos fundamentales. Uno de los aspectos del actual proceso de consolidación de la democracia en América Latina es, precisamente, el aumento del nivel de exigencia y espíritu crítico de la ciudadanía. Esto implica que haya una condena social contundente contra todo gobierno o político corrupto, algo que va a contramano del mal llamado “Foro Mundial de Pensamiento Crítico”.  

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