jueves, 1 de marzo de 2012

La mentira tiene patas cortas



Luego de la nefasta tragedia de Once, Cristina Kirchner no tuvo mejor idea que, durante un tiempo excesivamente prolongado, brillar por su ausencia. Según algunos medios habría sufrido un ataque de estrés ante tremenda exposición de la negligencia y corrupción imperantes en el gobierno que ella preside. Quizás tan sólo estaba tratando de pensar una estrategia para salir de tan enmarañado embrollo. Lo cierto es que, un tiempo después del desastre evitable, Cristina pronunció un discurso sin ninguna autocrítica, poniéndose cobardemente en el lugar de víctima ("yo conozco lo que es la muerte") y negando directamente una parte muy clara y evidente de la realidad: su responsabilidad.

El discurso de Cristina parece hecho a medida para exacerbar el humor de las víctimas. El Estado que te tenía que cuidar y no te cuidó, después de un período de inexplicable silencio, monta un show para desviar las miradas de sus responsabilidades y reduce toda su explicación a "la maldita tarjeta SUBE". ¿Cómo nos sentiríamos en el lugar de las víctimas y de sus familiares?


Si durante casi una década le fueron regalando miles de millones en subsidios a los concesionarios de trenes de Buenos Aires, ¿acaso no era lo mínimo que tenían que exigirle que cuidaran la seguridad de los pasajeros? ¿No bastaba acaso para ello que efectuaran controles de cómo se prestaba el servicio y aplicaran las sanciones correspondientes? ¿No bastaba que viajaran de vez en cuando en tren?

Si desde hace tanto tiempo, como en tantas otras áreas, se viene denunciando la corrupción en el transporte, ¿hacía falta esperar que murieran 51 personas para hacer algo al respecto? ¿Tenemos que creer que lo que están haciendo ahora lo hacen por verdadera vocación y convicción, que la intervención de TBA va a acabar con tanta corrupción y negligencia en todos los niveles de la administración pública, que a partir de ahora ya no se van a cobrar coimas en la obra pública, ya no se va a aceptar financiamiento político de origen dudoso, ya no se van a repartir fondos sin control y ya no se va a intentar presionar a la Justicia para que no investigue a gente poderosa?

¿Por qué Cristina dice que necesitaba la implementación de la tarjeta Sube para evitar este desastre? Ella alega que es así porque la mencionada tarjeta resultaba indispensable para eliminar los subsidios a la oferta y conseguir que lleguen directamente al usuario sin pasar por el empresario. ¿O sea que quiere que la perdonemos por haber practicado la corrupción con determinados subsidios por ser éstos demasiado numerosos y no poder ella resistirse? ¿Se los tenemos que sacar de las manos para que no haya corrupción? ¿No puede administrar limpiamente esos fondos? ¿Tan corrupto es el sistema que la sostiene?

Por otra parte, si este gobierno no es capaz de realizar controles mínimos sobre la prestación de servicios públicos mientras regala millones cada año a los empresarios que debe controlar, ¿por qué tenemos que pensar que va a poder efectuarlos cuando deje de suministrar esos subsidios? ¿Ello no implicará acaso, a lo sumo, una disminución de su capacidad de negociación y de su influencia sobre esos empresarios? ¿Y por qué el hecho de no haber logrado implementar la tarjeta SUBE en varios años tiene que ser tenido por el pueblo como muestra de buena voluntad y no de simple incompetencia o complicidad?

Si Cristina de verdad estaba en guerra con los empresarios del transporte de los que recién ahora empieza teóricamente a ocuparse, ¿por qué les seguía renovando las concesiones millonarias y por qué sus militantes accedían a servicios de transporte gratuitos provenientes de esos mismos transportistas, como los micros que usaron los de La Cámpora para viajar a Rosario, de propiedad de una empresa de la que es dueña el titular de TBA?

Como vemos, las contradicciones de este gobierno se vuelven cada vez más numerosas e insostenibles. Aquella frase sencilla que nos decían nuestros padres cuando éramos chicos, "la mentira tiene patas cortas", no es una frase vacía. Condensa la idea de que la imperfección del ser humano hace que no pueda contemplar toda la realidad, lo que le impide elaborar una mentira perfecta.

Más tarde o más temprano la verdad comienza a asomarse, y más tarde o más temprano los pueblos comienzan a reaccionar ante la presencia de la verdad. Es cierto, lamentablemente, que los tiempos históricos a veces son demasiado largos para la vida de una persona y que en el medio mucha gente la pasa mal o pierde la vida. Dependerá de lo poco que cada uno de nosotros pueda hacer para acelerar los cambios que ello ocurra lo menos posible en nuestra querida República Argentina.

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