Por qué la “mano dura” que
vende Sergio Berni es puro humo
Fuente: TDP. |
La sociedad argentina ha sido víctima de un cruel
experimento de ingeniería social llamado “garantismo”. Éste consistió,
básicamente, en el intento de minimizar y debilitar el derecho penal con miras
a satisfacer un dogma ideológico que victimiza al criminal y demoniza a la
sociedad como un todo.
El delincuente vendría a ser una suerte de rebelde
antisistema a quien no le dieron otra posibilidad. Esto se ve reforzado con
otro dogma, que es la creencia anti empírica de que las penas no sirven para
nada y no cumplen ninguna función.
El resultado fue catastrófico. El clima de impunidad se
extendió y los delitos aumentaron tanto en cantidad como en violencia. En un
marco de pobreza estructural y avance del narcotráfico, esto fue un cóctel
explosivo.
En el año 2017 Argentina quedó 114 de un total de 170 países
en homicidios por 100.000 habitantes, con 5,20. Durante el gobierno de Cristina
Kirchner, pasamos de 5,50 a 6,60, mientras que durante el gobierno de Mauricio
Macri bajó a 5,20 (datosmacro.com).
Increíblemente, la sociedad argentina ha tolerado esta
tortura colectiva con llamativa pasividad. Demostró ser más pacífica de lo que
cabría esperar, resistiendo, en la enorme mayoría de los casos, a la tentación
de armarse masivamente para defensa propia (algo que en las circunstancias
mencionadas sería perfectamente comprensible y legítimo). Y los que más sufren
la delincuencia son los más humildes, que viven en barrios o asentamientos
precarios con escasa o nula presencia del Estado.
En este experimento social garantista tuvo un rol
preponderante el kirchnerismo. No es la única causa o factor, pero hizo mucho
mérito al respecto. Ensalzó y promovió a Zaffaroni. Protegió a los jueces
garantistas en el Consejo de la Magistratura (dándoles total impunidad para
jugar con la vida de los ciudadanos inocentes y trabajadores). Defendió leyes
permisivas para con los criminales, además de legitimarlos públicamente y
agremiarlos en iniciativas como Batallón Militante o Hinchadas Unidas
Argentinas. Cabe agregar el lobby sistemático hecho por el kirchnerismo a favor
de los narcos (con Aníbal Fernández y la efedrina como punta de lanza),
multiplicando negativamente las estadísticas y convirtiendo a Argentina en un
gran exportador de sustancias ilícitas. La última gran obra maestra del
garantismo fue la liberación masiva de criminales con la excusa del
coronavirus, agregándole a la pandemia y la cuarentena el terror del aumento
del delito, por si fuera poco.
En este marco, de manera (repito) bastante tardía y pasiva,
la sociedad argentina empieza a reaccionar, a armarse y defenderse, y a darle
un peso creciente a la seguridad a la hora de emitir su voto. Por eso, Cristina
Kirchner aumenta el perfil público de Sergio Berni, una suerte de payaso
mediático que vende el discurso de mano dura contra el crimen cuando es parte
del partido político que es el principal responsable y sostén ideológico de
este experimento cruel e inmoral. El rol de Berni vendría a ser reírse en la
cara de la gente, creándole falsas ilusiones y expectativas con un discurso de
mano dura mientras, por atrás, abona al sistema garantista que nos condena a
tanta injusticia y violencia.
La mano firme contra el delito es necesaria en la Argentina.
Las penas son irrisoriamente bajas, poco efectivas, y muchos jueces garantistas
no son capaces de defender los derechos de las víctimas y de la sociedad. Sin
embargo, eso solo no alcanza. También se necesitan instituciones fuertes,
transparentes y eficientes. Mecanismos de control y rendición de cuentas para
acabar con la impunidad (incluyendo la impunidad por malas prácticas policiales
y judiciales). Es vital un sistema judicial independiente e idóneo, con
participación ciudadana por medio del juicio por jurado. Y, por sobre todas las
cosas, una dirigencia política comprometida con todo esto que rechace la
ideología del garantismo.
Berni va en contra de todo esto con el sólo hecho de ser
parte del “cristinismo”, al cual adhiere incondicionalmente. Juega con las
ilusiones y la desesperación de los ciudadanos, a sabiendas de que colecta
votos para un movimiento político garantista que se opone a lo que el pueblo
reclama.
Existen otras figuras que enarbolan un discurso de mano
firme con el crimen, sin las incoherencias y falsedades de Berni. El caso más
conocido es Patricia Bullrich, que no sólo ha guardado coherencia en este tema,
sino que también ha demostrado eficacia al ejercer la función pública (al
contrario de Berni).
Por tanto, los argentinos no necesitamos a “súper Berni” en
moto haciendo su show mediático para abordar con firmeza el problema de la
violencia y la inseguridad. Necesitamos democracia de calidad, Estado de
Derecho, instituciones, equipos, responsabilidad y, por sobre todas las cosas,
sentido común.
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