El homenaje en democracia a un líder autoritario
FUENTE: Tribuna de Periodistas (TDP).
Fuente: cheguiayejemplo.wordpress.com. |
El 9 de
octubre se cumplió un nuevo aniversario del fallecimiento de Ernesto “Che”
Guevara, aventurero rosarino desarraigado y militar despiadado que se destacó
como líder de extrema izquierda (es decir, de la izquierda autoritaria) durante
la Guerra Fría.
Como rosarino,
esta fecha me toca los sentimientos especialmente. Cada vez que llega, veo por
la calle no sólo carteles y movilizaciones, sino también monumentos vistosos y
estatuas construidas por el Estado, con el dinero de todos los ciudadanos. Incluso
en la web oficial de la ciudad hay una publicación pomposa sobre “El circuito
del Che”. Todo eso para homenajear a un líder autoritario; a alguien que no
supo contener sus ansias de poder y sus intereses ideológicos lo suficiente
como para lograr priorizar la convivencia pacífica y el resguardo de la
dignidad humana.
Ahora bien,
cabe preguntarse qué se conmemora y para qué en esta fecha. ¿Tiene sentido
celebrar o recordar la muerte del Che? Todos sabemos que fue un personaje
destacado, que influyó en los grandes acontecimientos políticos de su época y
que su rostro se convirtió en un símbolo de rebeldía anticapitalista. Pero
¿merece ser recordado con tanto homenaje?
El Estado sólo
debe encargarse de asuntos que hagan al interés general de la ciudadanía. No
puede invertir recursos en privilegios o caprichos particulares que nada tengan
que ver con el interés general. El gasto del Estado no es gratis, sino que lo
pagamos entre todos, lo que implica menos poder adquisitivo y capacidad de
ahorro y progreso, en especial de los más humildes. Por eso, sólo se debe
gastar en aquello que los ciudadanos consideremos que hace realmente al bien
común y que es imperativo.
Una gran
discusión es, desde luego, qué hace al bien común y qué no. En eso consiste en
buena medida el debate público en una democracia. Se puede discutir si es más
favorable al bien común un Estado más intervencionista, con más ayuda y gasto
social, o uno más liberal, con menos impuestos y más incentivo al
emprendimiento y el progreso autónomo. Pero no podemos discutir si es favorable
al bien común asesinar a quienes piensan distinto a uno. El fundamento del bien
común es la idea de dignidad humana; la idea de que somos fines y no medios,
debido a esa particular condición consciente y volitiva que nos caracteriza
como personas. El bien común incluye a todos y no sacrifica a nadie.
Ahora bien,
construir estatuas y monumentos, o nombrar plazas y calles, en homenaje al Che
Guevara, ¿hace al bien común de los rosarinos? Podríamos preguntarnos si
construir monumentos a personajes históricos hace al bien común en sí mismo. Se
podría responder, acaso, que conocer y recordar el pasado ayuda a no repetir
errores históricos. O también que exaltar modelos de vida y ejemplos para la
sociedad ayuda a mejorar la cultura y los valores de la ciudadanía, lo que
contribuye con una mejor sociedad. En cualquier caso, supongamos que,
efectivamente, es bueno dedicar algunos pocos recursos a homenajear a
determinados personajes históricos. ¿Entraría el Che en esta categoría?
Como dijimos,
los recursos son finitos y cada centavo que gasta el Estado es un centavo menos
en el bolsillo de los ciudadanos, que por derecho son libres de utilizar como
prefieran el fruto de su esfuerzo, con el único freno del bien común acordado
en libertad y en forma democrática. Entonces, hay que hacer una selección muy
estricta a la hora de homenajear a personajes históricos. Se deben elegir
aquellos homenajes que, sin lugar a dudas, sean una inspiración positiva para
los ciudadanos, que ayuden a mejorar nuestra cultura democrática y nuestro compromiso
con la dignidad humana.
Idolatrar,
celebrar u homenajear la figura del Che no encuadra en ninguna consideración de
bien común. Como no lo encuadraría la figura de ningún líder autoritario, sea
de izquierda o de derecha. No sería apropiado gastar dinero de todos en
construir estatuas de Videla. En todo caso, la historia del Che o Videla
podrían figurar en museos o recordatorios históricos, con la debida aclaración
sobre sus acciones autoritarias y sus víctimas inocentes, que deberían ser las
realmente homenajeadas.
El problema
del Che no es haber usado las armas. San Martín también las usó. El problema es
hacer un uso ilegítimo y abusivo de ellas. Usarlas para matar inocentes por el
sólo hecho de pensar distinto, para imponer un Estado totalitario contrario a
las consideraciones más elementales de dignidad humana.
Si la dignidad
y la libertad humanas son algo sagrado, sólo deberíamos gastar recursos
públicos para aquello que favorezca el bien común. Si invertimos en estatuas o
monumentos, que sean fuentes de educación y concientización, de transmisión de
valores positivos y necesarios para nuestra sociedad y para las nuevas
generaciones. Que cada acto cultural del Estado aproveche los recursos y las
energías en cuestión para favorecer el desarrollo de nuestra cultura
democrática, que es lo que necesitamos para mejorar nuestras instituciones y,
con ellas, las oportunidades y la calidad de vida de nuestra población.
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