7 motivos para no derogar las elecciones primarias
En
Argentina se ha puesto de moda cuestionar las PASO. Y, hasta cierto punto, con
razón. Pues la falta de uso efectivo de ellas por parte de los partidos
políticos ha llevado a verlas como una duplicación innecesaria y costosa del
proceso electoral. Los más extremos han llegado incluso a plantear su
inconstitucionalidad por interferir compulsivamente en las decisiones internas
de los partidos políticos.
Sin
embargo, hay varias razones para pensar que lo que se debe hacer con la
legislación en cuestión es perfeccionarla, no derogarla. Entre estos motivos se
pueden mencionar los siguientes:
1) Si bien
en la mayoría de los distritos y de las elecciones no hubo hasta ahora internas
relevantes, en algunos casos si han sucedido.
2) Que las
PASO no hayan funcionado bien hasta ahora no quiere decir que no puedan
funcionar mejor en el futuro. De hecho, la cultura es un proceso y muchas veces
en la historia los mecanismos institucionales se adelantan y alientan una
adaptación cultural posterior que lleva su tiempo.
3) Las PASO
aseguran un mínimo de democracia y horizontalidad de los partidos políticos,
aumentando la influencia y el poder de negociación y de presión de las bases y
de los dirigentes intermedios. Esto es un factor que incrementa la
representatividad y la calidad de las instituciones democráticas. Implica
transferir una importante cuota de poder desde las cúpulas partidarias hacia el
pueblo.
4) Incluso
en los casos en que no haya internas relevantes, las PASO ejercen una especie
de “efecto balotaje” que obstruye y desalienta el extremismo. En las primarias
el ciudadano puede decidir con más libertad, a favor de la opción ideal,
mientras que en las generales, en función del resultado de las primarias, puede
ejercer un voto más inteligente a favor de la mejor de las opciones con chances
objetivas de ganar o de obtener escaños en el Congreso. Los extremismos o
autoritarismos, tanto de izquierda como de derecha, que en general tienen un
piso alto y un techo bajo, se ven perjudicados por esto.
5) Otra
virtud de las PASO es que facilitan los acuerdos electorales. Pues es más
sencillo establecer una alianza si sé que, en última instancia, voy a tener la
posibilidad de hacer campaña y de presentarme a elecciones internas, sin perder
la propia identidad y la proyección a futuro. Esto disminuye la fragmentación excesiva
del sistema político, la cual suele llevar a una mayor confusión y apatía del
ciudadano y a una mayor competitividad de las fuerzas extremistas.
6) La
democracia tiene su costo, pero es ínfimo si lo diluimos entre toda la
población y si lo comparamos con los beneficios que ella produce. A mayor
desconcentración del poder y calidad democrática, mayor es la libertad, la
seguridad jurídica y la capacidad de autorrealización y progreso de las
personas. No es casualidad que las democracias más sólidas, estables y
transparentes sean las más desarrolladas.
7) Plantear
la inconstitucionalidad de las PASO es exagerado. La inconstitucionalidad es un
recurso excepcional cuando una ley contradice flagrantemente los valores y
principios más esenciales que dan sentido al sistema jurídico. Al restringir
parcialmente el poder de las cúpulas partidarias y aumentar la influencia de la
ciudadanía, no sólo no se lesiona ningún principio fundamental de nuestra
Constitución sino que, por el contrario, más bien se profundiza uno de ellos:
el de la soberanía popular. Es nuestra Carta Magna la que afirma que los partidos
políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático que deben
funcionar democráticamente. Esto implica que no deben ser analizados en
abstracto y en forma aislada sino como parte de un sistema en el cual se
desenvuelven y para el cual fueron creados.
Ahora bien,
estas ventajas potenciales de las PASO no aseguran, desde luego, su pleno
aprovechamiento. Por ende, hay que intentar mejorar el mecanismo, para lo cual
lo primero que se necesita es un cambio cultural. La falta de cultura de diálogo
y acuerdo, así como los egos excesivos, reducen el impacto positivo de las
PASO. A mayor cultura democrática de nuestra dirigencia, es de esperar que
mayores sean los beneficios de la legislación en cuestión. En esto también
tenemos responsabilidad los ciudadanos de a pie, que con nuestro voto premiamos
o castigamos, y por ende alentamos o desalentamos, dirigentes con valores
democráticos más firmes o más endebles.
Otro punto
de discusión es el hecho de que el voto sea obligatorio. Idealmente, no cabe
duda de que el voto debería ser de libre elección. Es cierto, sin embargo, que
en un contexto de fuerte incidencia de aparatos clientelares masivos la
obligatoriedad del voto puede disminuir su peso relativo. Ahora bien,
erradicados dichos aparatos por la consolidación del Estado de Derecho, la
independencia judicial y la plena transparencia en el uso de los fondos
públicos, la obligatoriedad del voto puede forzar una participación ficticia de
personas no interesadas o no debidamente informadas sobre el proceso electoral.
Es decir, este tema debe ser tenido en cuenta para el futuro en nuestro país,
pero no parece ser urgente en un contexto de consolidación democrática con
instituciones todavía endebles y aparatos clientelares aún significativos.
Por último,
una posible reforma podría estar encaminada a la posibilidad de suspender las
PASO, en general o por distrito, en los casos en que no se inscribieran
internas o las previstas no fueran significativas en función de los
antecedentes y la proyección de votos de los involucrados. Si el último fuese
el caso, debería existir un tribunal electoral o autoridad de aplicación
completamente independiente, con miembros designados y destituidos por amplio
consenso. Podría ser por dos tercios o tres cuartos del Poder Legislativo, para
garantizar la máxima confiabilidad e imparcialidad al momento de establecer
estándares objetivos para ponderar la relevancia o incidencia significativa de
las internas previstas. Esta posibilidad, igualmente, habría que analizarla sopesando
el ahorro de recursos con la pérdida del efecto balotaje antes mencionado.
En
definitiva, las PASO no fueron un artilugio para concentrar poder o distraer la
atención inútilmente. Su establecimiento fue, de hecho, una concesión a
regañadientes del kirchnerismo luego de perder las elecciones legislativas de
2009. Su no aprovechamiento por parte de la oposición en 2011 facilitó el
triunfo de Cristina Fernández y la continuidad de un proyecto extremista y
autoritario de izquierda. Su uso parcial y limitado en 2015 puede haber sido
una de las causas de la derrota del entonces candidato oficialista Daniel
Scioli. Quizás, su uso más intenso y responsable en el futuro pueda ayudar a la
construcción de una democracia de mayor calidad.
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