Fuente: Tribuna de Periodistas (TDP) y Fundación Libertad.
Fuente: Libertario.es |
Lo anterior
es innegable. Otra cosa muy distinta es afirmar que la solidez institucional y
la tradición democrática de Estados Unidos van a impedir que Trump avance con
fuerza hacia un sistema autoritario pleno. De todas maneras, el autoritarismo
es impredecible una vez en el poder y la historia da sobradas muestras de que
nunca hay que confiarse ante él. Si Trump accediera a la presidencia, cada día
en ella sería un día más de intento de concentración del poder, de deterioro
institucional y de pérdida de oportunidad de mejorar la democracia.
Entre las
principales causas del fenómeno Trump pueden mencionarse dos: el deterioro de
la cultura democrática (lo cual fue puesto de relieve en el estudio de
MacWilliams publicado por la revista “Politico”) y la frustración que
experimentan muchos estadounidenses.
Siempre en
la historia los grandes cambios tecnológicos, como el que se ha estado dando en
las últimas décadas, eyectaron un aumento de la impulsividad y de la
irracionalidad, de la desesperación y el fanatismo, hasta que la humanidad
desarrolló los patrones culturales e institucionales para un uso adecuado del
nuevo entorno tecnológico. Es lo que demostró Fukuyama en “La gran ruptura”. Asimismo,
hay que tener en cuenta que la conformidad de un pueblo con su política está
ligada a la satisfacción de expectativas, que son relativas. Estados Unidos
podrá seguir siendo un país desarrollado y la primera potencia económica
mundial, pero una gran parte de su población percibe que debería estar bastante
mejor de lo que está. Y tienen motivos para pensar así, por más de que la
solución no sea, desde luego, votar a un extremista anti-sistema como Trump.
En las
últimas décadas, los estadounidenses han invertido fortunas de impuestos en sostener
el orden mundial más pacífico y democrático que la historia haya visto. Sostienen
más de 800 bases militares en el extranjero, que son más costosas que las que
operan en territorio nacional. A cambio, han obtenido un país severamente
endeudado, una gran crisis económica en 2008, un estrepitoso fracaso en Medio
Oriente, un estresante ensañamiento en su contra de parte del terrorismo
transnacional y una pérdida masiva (más acelerada que el ritmo de la
reconversión económica) de empleos manuales e industriales fugados a países en
vías de desarrollo, gracias a tratados de libre comercio concebidos desde una
visión geopolítica centrada en priorizar la estabilidad global por sobre el
rédito comercial propio inmediato (el caso más claro es China).
La
dirigencia democrática estadounidense no supo lidiar con Trump, probablemente
porque no han desarrollado los patrones culturales necesarios, ya que nunca
Estados Unidos padeció intensivamente el flagelo populista. Al principio no le
dieron importancia. Luego, cuando Trump levantó vuelo, se empeñaron en
retenerlo dentro de las estructuras políticas tradicionales, especulando con
que de esa manera sería más fácil controlarlo. Finalmente, una vez que ganó las
internas, muchos dirigentes auténticamente democráticos del Partido Republicano,
como Marco Rubio, le brindaron su apoyo con la idea de que un Trump más
acompañado sería uno más moderado y racional. Otra vez el mismo error: siguen
subestimando la capacidad de daño del populismo. Deberían ver Venezuela, o la
Rusia de Putin o la Alemania nazi si alguno llegara a creer que es un tema de
raza.
En
definitiva, las advertencias o lecciones que se desprenden del fenómeno Trump
son varias, pero entre ellas dos fundamentales:
Por un lado,
ningún país está exento de la amenaza populista y menos en la turbulenta
vorágine de una globalización incompleta e inestable. Estados Unidos debe
asumir este desafío político nuevo para su historia, lo cual implica adecuar
sus prácticas políticas y sus instituciones. Al efecto de mantener su
tradicional sistema de internas con colegio electoral, muy arraigado y difícil
de desmantelar, podría pensarse en implementar el balotaje para desalentar y
obstruir el extremismo. Se lo podría llevar a cabo sin necesidad de una doble
concurrencia a las urnas, usando el voto alternativo que rige en Australia. Ganaría
los delegados de cada Estado aquel candidato que obtuviera la mayoría absoluta
en función de un orden de preferencias.
Por último,
la otra gran advertencia es que el hecho de que Estados Unidos siga haciéndose
cargo, por si solo, de prácticamente todo el costo de sostener el orden mundial,
puede llevar a picos de estrés, desgaste y frustración favorables al populismo
y al extremismo en la primera potencia mundial. Y no sería bueno para los
intereses de las democracias que el hegemón global pasara a manos del
autoritarismo. De hecho, semejante cambio podría desequilibrar las fuerzas globales
a favor del autoritarismo en el mundo como nunca ha ocurrido en la historia.
En caso de
que el populismo accediera al poder en EEUU, podría hacerse con cuantiosos
recursos en el corto plazo liberándose irresponsablemente de su carga
internacional (tal cual propone Trump al amenazar con abandonar la OTAN y a
aliados como Corea del Sur y Japón). Esto aumentaría la popularidad del líder en
lo inmediato y socavaría la estabilidad y el desarrollo de Estados Unidos y de
buena parte del planeta a futuro, pero a un plazo que, para cuando se cumpla,
quizás ya se haya concentrado demasiado poder. Es lo que suele ocurrir con los
engañosos avances populistas, que priorizan el corto plazo porque, en el largo,
esperan haber consolidado un poder autoritario difícil de perder.
Pensar en
una suerte de federación no territorial y dinámica de democracias constitucionales
no estaría mal. No para crear nueva burocracia, como ocurrió en cierta medida
en la Unión Europea, sino para transferir competencias de política exterior y, de
esa manera, unificar, hacer más eficiente y eventualmente achicar la burocracia
diplomática. Se podría, así, distribuir más equitativamente el costo de un
orden mundial pacífico y estable, favorable a un avance progresivo del Estado
de Derecho y de la democracia, como se ha dado en el último medio siglo más que
en ningún otro momento de la historia de la humanidad.
Estimado: Hay un aspecto muy importante que Ud. no toca con respecto a todas las cosas que Trump dijo. Por ejemplo fue bastante claro en lo que respecta a los gastos de defensa en el extranjero, dijo que los Japoneses, Coreanos y etc ya estaban lo suficientemente grandes para cuidarse solos.
ResponderEliminarEsto significa que mas allá del gasto , hay un evidente retiro del imperio de la máxima extensión alcanzada , una división del mundo en mas de cuatro zonas de influencia geopolíticas que no se tocaran y por supuesto el uso de esa mano de obra desocupada que será utilizada para la seguridad interna .
Si es democrático, totalitario nazi comunista liberal o peronista es un detalle, el adaptara el gigante al nuevo esquema. Eso es Trump . Saludos afectusosos
Muchas gracias por el comentario. Concuerdo en que Corea del Sur, japón o Europa pueden y deben financiar su propia defensa. Pero creo que una cosa es eso y otra muy distinta retirarse de la OTAN y alinearse con PUTIN como él propone. Gracias de nuevo por el comentario. Saludos.
EliminarRafael el enemigo peligroso e incontrolable es el Islam y sus celulas solitarias o no tanto . Mas alla de quienes las hayan creado es el verdadero peligro hoy , el terrorismo . El ataque sorpresa se puede producir en Orlando , San Petersburgo o Paris , es lo mismo . El razonamiento es por que no he de aliarme con Putin contra esto ? Ademas veremos que pasa con el Brexit hoy , no sea cosa que Rusia termine dentro de la UE en reemplazo de la erfida albion ....
EliminarEl enemigo no es el Islam sino el fundamentalismo islámico, que no es lo mismo, así como toda forma de extremismo, más allá de que ahora el extremismo de moda a escala global sea el fundamentalismo islámico como en su momento lo fue el nacionalismo y luego el comunismo. Una cosa es aliarse con Estados autoritarios en situaciones concretas y para fines específicos (como los aliados lo hicieron en la IIGM con la URSS, que comparto que podría darseahora con Rusia respecto a ISIS) y otra muy distinta, como yo creo que propone Trump, un alineamiento general con Estados autoritarios abandonando alianzas medulares y estratégicas con Estados democráticos. Y no creo que Gran Bretaña sea pérfida ni comparto las expresiones agresivas contra ningún pueblo ni contra ningún Estado democrático, que, más allá de errores humanos, presentan siempre niveles de racionalidad y humanidad sustantivamente superiores a los de los Estados autoritarios en sus diversas versiones y tendencias. Saludos, gracias de nuevo por el intercambio y te dejo cerrar como corresponde.
EliminarEstamos hablando desde el punto de vista de Trump . Igualmente el Islam por ser otra cultura completamente diferente creo que nadie en occidente tiene una formacion intelectual para entenderla a fondo y ese creo a sido el mayor error de los americanos. Desde este punto de ignorancia ( me incluyo ) veo un turco y salgo corriendo ... GB juega en este nuevo mundo multipolar su propio partido como lo jugo siempre . Recorda que en los EEUU hay gente que considera a la guerra de secesión como la guerra de la segunda independencia por el apoyo que Inglaterra le dio al sur .
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