La infiltración castro-comunista por medio del
narco-populismo
Máximos responsables de la consolidación del narcotráfico en Argentina. |
Las
generalizaciones siempre son injustas. Por eso no se pretende decir aquí que
todos los kirchneristas sean narcos ni avalen la complicidad de su partido con
el narcotráfico. Sin embargo, sobran las pruebas de que el Frente Para la
Victoria (FPV), como estructura política, está fuertemente comprometido con los
intereses de dicho negocio ilícito. Los recientes sucesos acaecidos a partir de
la triple fuga de General Alvear no hacen más que corroborar esta realidad. La
persecución de los fugados se muestra difícil pero está sirviendo para destapar
una cruda complicidad institucional.
El partido
que prepotentemente y sin pruebas pretendió catalogar como “narcosocialista” a
un partido local de una ciudad estratégica para los narcos, como Rosario, es en
realidad el gran responsable y promotor de la consolidación y el fuerte
crecimiento del flagelo del narcotráfico en la última década en Argentina.
Sería en todo caso mucho más atinado “Narcos Para la Victoria” que
“Narcosocialista”, si es que vamos a asociar un nombre partidario con el
narcotráfico.
Si se
tratara de un partido común y corriente o “moderado”, podríamos verlo como una
víctima infiltrada por el enorme poder de corrupción del crimen organizado,
pero la verdad es que hay una responsabilidad moral de todos los integrantes
del FPV por su alto nivel de fanatismo, de incondicionalidad hacia su líder y
de tolerancia hacia el autoritarismo y la corrupción. Las únicas y verdaderas víctimas
somos los argentinos de a pie. Cuando se concede o se pretende conceder un
poder ilimitado a un dirigente cualquiera, las consecuencias son impredecibles
y la irresponsabilidad es manifiesta.
La triple fuga y Aníbal como capo narco
Para
situarnos en la significación de la triste y sorprendente película de acción y
suspenso que en estos días los argentinos estamos viendo a través del noticiero,
debemos ir un poco más atrás. Cabe recordar que a principios de agosto pasado
el programa televisivo Periodismo Para
Todos (PPT), conducido por Jorge Lanata, emitió un informe en el que Martín
Lanatta, uno de los condenados por el triple crimen de General Rodríguez de
2008, vinculó al ex jefe de gabinete Aníbal Fernández con dicho suceso y con el
tráfico de efedrina. “Quien dio la orden [de ejecutar la matanza] es Aníbal
Fernández. (…). Forza fue un estorbo para el negocio vinculado con el precursor
químico”, aseguró y confirmó luego ante la jueza federal María Servini de
Cubría.
En palabras
del periodista Christian Sanz: “¿Cómo puede explicar el ex jefe de gabinete que
un celular a su nombre ostente más de 600 llamados al teléfono de Lanatta? (…).
En juicio (…) se demostró que Pérez Corradi fue el ideólogo del asesinato de
Forza, Ferrón y Bina. Todo a pedido de ‘la Morsa’, obvia referencia al jefe de
gabinete y sus bigotes. La mención no es nueva, como intentan hacer creer en
estos días. (…). El propio Forza me dijo, en mayo de 2008, que tenía miedo de
que lo matara Aníbal porque se había metido en un negocio que era de éste.”
Pérez
Corradi, prófugo de la Justicia argentina, tiene vinculaciones tanto con
Lanatta como con Aníbal Fernández. De nuevo según Christian Sanz: “Martín
Lanatta (…) aparece en una sociedad con Corradi, a quien la embajada de Estados
Unidos sindica como el nexo entre narcos mexicanos y laboratorios medicinales
argentinos. Todo cierra. (…). ¿Negará Aníbal su relación con Pérez Corradi, su
financista a la hora de traficar efedrina? Es imposible. Las comunicaciones
entre ambos se cuentan por docenas y docenas.” De manera tal que si Aníbal
Fernández está vinculado con Lanatta y Corradi, quiere decir que tiene un doble
vínculo con el triple crimen de 2008 y un nexo directo con los cárteles
mexicanos.
Los tres
fugados de General Alvear, que cumplían una condena a cadena perpetua, tienen
su “zona de influencia” en el Sur del conurbano bonaerense y, específicamente,
en el municipio de Quilmes, casualmente feudo político de Aníbal Fernández. Los
hermanos Lanatta siempre fueron fuerza de choque de Aníbal. Comenzaron en los
90 cuando éste era intendente e hicieron muchos trabajos sucios para él.
Es
perfectamente factible que el ex jefe de gabinete esté detrás de la triple
fuga, ya que lo favorece en un doble sentido. Por un lado, deja mal parados a
los nuevos gobiernos de la nación y de la provincia de Buenos Aires, que son
sus adversarios políticos y, bien o mal, parecen estar enfrentando al
narcotráfico. Por otro, impide que Lanatta siga atestiguando frente a Servini
de Cubría, jueza que se había prestado a investigar las responsabilidades
políticas del triple crimen.
Ya en 1994,
como intendente de Quilmes, Aníbal Fernández fue acusado de cooperar con el
tráfico de drogas y, según diversas fuentes, tuvo que escapar en el baúl de un
auto para eludir una orden de captura. En septiembre de 2004 se descubrieron
sesenta kilos de cocaína escondidos en cuatro valijas de la empresa Southern Winds que partieron del
aeropuerto de Ezeiza hacia España. Una investigación del ya citado Christian
Sanz reveló que ese mismo día, cuando el hecho todavía no se había divulgado y
para sorpresa de las autoridades españolas, un funcionario cercano a Aníbal
Fernández se comunicó con España a efectos de interiorizarse sobre el recién
iniciado expediente. El ex jefe de gabinete sólo se animó a denunciar el envío
de las valijas, hecho del cual tuvo conocimiento ni bien sucedió, después de que
el escándalo trascendiera a los medios.
Hay que
decir que un dirigente de la calaña de Aníbal Fernández nunca fue expulsado del
peronismo ni del FPV. Por el contrario, Cristina Fernández lo ascendió y le
asignó responsabilidades y recursos cada vez mayores, permitiendo que operara
desde las más altas esferas a favor de los intereses narcos. Y es gracias a eso
que a partir de 2005 se produce un punto de inflexión en la historia del
narcotráfico en Argentina, que si no es visualizado no se puede comprender todo
lo posterior. Pero primero, para contextualizar, es preciso hacer un breve
análisis internacional.
Marxismo, narcotráfico y populismo
Cuando se
desplomó la URSS en 1991, el régimen totalitario y deficitario de Cuba y demás
agentes políticos del marxismo se quedaron sin el apoyo logístico y financiero
del gran imperio autocrático. No es casual que, por ejemplo, una guerrilla como
las FARC de Colombia se hayan imbricado a tal punto con el narcotráfico que hoy
en día son más conocidas como una guerrilla “narco” que como una “marxista”.
Necesitaban generar nuevos ingresos ante la pérdida de su gran socio internacional
y, como toda ideología autoritaria, el marxismo predicaba no escatimar ningún
medio ni hacer ninguna consideración moral al efecto de sostener el proyecto.
En este
marco deben entenderse las serias acusaciones que hay contra el homicida Fidel
Castro y su régimen por asociarse con el narcotráfico, sirviéndole de refugio y
apoyo logístico. Son numerosos los testimonios de ex narcotraficantes detenidos
y de desertores del régimen castrista que confirman esta hipótesis, al igual
que investigaciones oficiales, en especial de la DEA (agencia antidroga
estadounidense) y el FBI.
Juan
Reinaldo Sánchez, desertor y ex miembro de la escolta personal de Castro, publicó
en sus memorias que fue adoctrinado por el régimen desde chico, y que Fidel era
su ídolo pero una vez escuchó por accidente una conversación secreta en la que
el dictador aceptaba proteger a un narcotraficante. La decepción fue tan grande
que renunció sin dar explicaciones, lo cual le valió años de prisión y tortura.
Según su relato, el dictador mandó a fusilar a un ministro porque temía que el
narcotráfico manchara a su gobierno. Afirma que con el dinero ilícito el
autócrata “subvenciona movimientos de izquierdas en América Latina” y “engorda
sus cuentas bancarias en Suiza”. Cuenta también que Fidel Castro vivía en el
máximo lujo entre mansiones paradisíacas y yates privados, lo cual naturalmente
le era ocultado al pueblo.
En igual
sentido, El gran engaño, libro del
veterano periodista alemán-uruguayo José Antonio Friedl, concluye que al
gobierno cubano le cabe el apelativo de “Cártel de La Habana”, y agrega que
“nada tiene que envidiarle a otros cárteles de la droga”. Friedl recuerda que
Fidel Castro se encuentra entre las personas más ricas del mundo de acuerdo con
la revista Forbes, con un patrimonio
estimado en U$S1.400 millones, y que ocupa el décimo lugar entre los 200
hombres más acaudalados de la Tierra.
Por último,
cabe mencionar que en un libro titulado “El verdadero Pablo”, el ex narcotraficante
colombiano John Jairo Velásquez, mano derecha del fallecido rey de la droga
Pablo Escobar Gaviria, vinculó a los líderes cubanos Fidel y Raúl Castro con el
tráfico de estupefacientes del cartel de Medellín, e incluso llegó a aseverar
que el Nobel García Márquez había hecho en ocasiones de intermediario en las
comunicaciones.
Todo esto
no hace más que confirmar investigaciones de la DEA que concluyen que el
tráfico de droga por Cuba es de tal magnitud, que es imposible que no se
encuentre apañado y dirigido por un gobierno dictatorial que todo lo controla.
Lo peor es que, cuando la DEA interceptó un gran cargamento de droga
proveniente de Cuba y los detenidos confesaron desatando el escándalo, Fidel
mandó a fusilar a un general, un coronel y varios colaboradores, a quienes él
mismo habría encargado la operatoria, al efecto de desvincularse mediáticamente
del asunto.
Cabe
agregar que los vínculos del castrismo con el narcotráfico son anteriores a la
caída de la URSS y, en todo caso, ese hecho no hizo más que aumentar la
dependencia del régimen cubano para con la delincuencia organizada como fuente
de financiamiento. En los archivos del FBI existe ya desde 1958 documentación
según la cual desde La Habana se articulaba por entonces una primitiva red de
narcotráfico que fue llamada Medellín-Habana-Connection.
Un año más tarde, en 1959, con la orientación del propio FBI, las autoridades
colombianas encontraron en El Poblado, cerca de Medellín, un laboratorio
apropiado para procesar morfina, heroína y cocaína.
Es muy probable
que el régimen castrista y el marxismo hayan estado en el origen mismo del
flagelo del narcotráfico en Latinoamérica. No sería de extrañar que así fuera.
Pues el narcotráfico destruye las instituciones, debilita a la sociedad civil y
concentra en quien le presta cobertura política una enormidad casi ilimitada de
recursos, todo lo cual no hace más que facilitar la implementación de un
régimen autoritario.
En fin, la
maquinaria militar, política, propagandística e ideológica marxista de Cuba,
ante la pérdida de su gran socio foráneo, la URSS, intensificó un know-how narco-criminal muy aceitado que
fue capaz de diseminar y transferir a sus socios y títeres políticos por toda
la región.
A esto se
suma el reemplazo del terrorismo por el populismo como estrategia de adquisición
de poder, lo cual no hizo más que incrementar las fuertes necesidades de
recursos que el marxismo latinoamericano ya tenía. Esta decisión táctica, según
diversos testimonios, habría sido tomada por el mismísimo Fidel, cuando expresó
en una reunión secreta que a partir de entonces la expansión de la revolución
por Latinoamérica no se haría ya por la boca del fusil sino por medio de “la
pavada de la democracia”.
La
combinación de estas dos tendencias paralelas (intensificación de la asociación
con el narcotráfico tras la caída de la URSS más intento de diseminar la
revolución marxista por medio de la cooptación y promoción de líderes
populistas adictos), dio origen a un modus operandi estandarizado para
instaurar dictaduras afines que bien podríamos denominar “narco-populismo”.
No es
casual que, luego de su fallida intentona golpista de 1992 y tras ser
injustamente indultado, Chávez visitara La Habana en 1994 y fuese recibido con
bombos y platillos por el régimen castrista, ni que, una vez en el poder, igual
que los Kirchner en Argentina, favoreciera sistemáticamente el crecimiento del
narcotráfico en Venezuela (investigaciones y testimonios diversos han llegado a
hablar de un verdadero “narcotráfico de Estado” en el país bolivariano) y
tejiera una alianza política explícita nada menos que con la narco-guerrilla de
las FARC. Tampoco es casualidad que en el actual proceso de paz colombiano las
FARC sólo hayan aceptado como lugar seguro de encuentro el territorio cubano.
El FPV como ejecutor local del narco-populismo marxista
Recordemos
que el FPV ganó las elecciones presidenciales argentinas de 2003 con apenas el
22% y gracias al apoyo de Duhalde. Casi sin capital político propio y sin
mayoría en el Congreso, tuvo que hacer buena letra, mantener un perfil bajo y
consensuar con sectores diversos cada paso que daba (todo lo contrario a lo que
haría después) hasta que en las elecciones legislativas de 2005 pudo
“plebiscitarse” exitosamente y empezar a manejarse con independencia. Hay
quienes le escucharon decir a Néstor Kirchner en 2005: “ahora empieza mi
verdadero gobierno…”. Al poco tiempo de esa elección se aprobó una ley que
modificó el Consejo de la Magistratura (reciente y tardíamente declarada
inconstitucional) para ampliar la injerencia del gobierno en la designación y
remoción de los jueces y procurarse impunidad.
Dicho esto,
hay que tener en cuenta que es imposible que al incorporar a Aníbal Fernández a
sus filas el matrimonio Kirchner no supiera las sospechas que ya por entonces
recaían sobre aquél. Pero hay razones para pensar que esa vinculación puede
haber sido el fruto de una asociación más amplia y profunda con el
narcotráfico, incluso de proyección internacional, conforme lo explicado en el
apartado anterior.
No puede
ser pura coincidencia que un dictador tan calculador como Fidel Castro
asistiera en 2003 a la asunción de Néstor Kirchner y que fuera aplaudido con
fervor durante la ceremonia. Ese día el santacruceño lo recibió en su despacho
y fue la reunión más larga de la jornada. Todo estaba decidido, y al parecer
había sido decidido fuera de la Argentina y mucho tiempo antes: los Kirchner
ejecutarían en nuestro país la nueva táctica narco-populista que el marxismo
latinoamericano con sede en Cuba había diagramado al efecto de seguir promoviendo
dictaduras afines en la región.
Parte de esto
fue confirmado por Sergio Schoklender, cercano colaborador de Hebe de Bonafini,
quien en su último libro expresó: “El programa que sosteníamos con las Madres
antes de Kirchner era totalmente revolucionario. (…) La única salida que se
veía lógica era la lucha armada. (…) En aquella época en el sótano de la
universidad guardábamos todo. Si me llamaban a medianoche, yo pensaba que había
volado la universidad. Cuando se produjo el enamoramiento entre Hebe y Néstor
tuvimos que sacar urgente todo lo que había en el sótano y hacerlo desaparecer”.
Agrega también que este acercamiento se produjo cuando Hugo Chávez llegó a la
Argentina con un mensaje del Comandante Fidel para las Madres de Plaza de Mayo:
“…pide especialmente a las Madres que le tengan paciencia a Néstor, que es un
muchacho de buena madera”.
Cabe
preguntarse si en verdad el matrimonio Kirchner actuaba como infiltración
castro-comunista en el Partido Justicialista desde mucho antes, ya que en sus
orígenes en la política ya usaban el lema “Frente para la Victoria
Santacruceña”. Recordemos que el comunismo latinoamericano, tomando la frase
“hasta la victoria siempre” de Ernesto “Che” Guevara, y pidiéndole prestado a
Winston Churchill el gesto de “V” con los dedos, asimiló la palabra “victoria”
como símbolo político propio. Castro ya había buscado conquistar la Argentina e
infiltrar el justicialismo por medio de Montoneros y no sería para nada extraño
que en la nueva etapa estratégica narco-populista hiciera lo mismo pero por
otros medios.
Efectos del narco-populismo marxista en Argentina
Trasladándonos,
ahora sí, hacia el tema específico del narcotráfico en la Argentina, cabe decir
que el 14 de abril de 2004 Clarín
publicó una nota titulada: “Estados Unidos prohíbe la venta de efedrina, que en
la Argentina se puede comprar sin receta”. Si bien la nota apuntaba a la
prohibición de productos dietarios con derivados de la efedrina, demuestra que
ya por entonces la sustancia empezó a estar en la mira de los gobiernos a nivel
internacional. Tal es así que no tardó en generarse un amplio consenso en la
dirigencia política argentina acerca de la necesidad de regular la efedrina.
El 8 de
junio de 2005, antes de que el FPV se plebiscitara y pasara a controlar el
Congreso, se sancionó la Ley del Registro Nacional de Precursores Químicos. Esa
ley, quizás sin que existiera total consciencia acerca de ello por parte de sus
propios autores, estaba en condiciones de neutralizar de raíz el negocio de la
efedrina, y de evitar así el desembarco en la Argentina de los grandes cárteles
internacionales de droga. Pero a fines de 2005 asumiría el nuevo Congreso,
dominado por el kirchnerismo, con lo cual esa ley no sería debidamente
reglamentada y aplicada y se le abrirían gentilmente las puertas de la
Argentina al crimen organizado transnacional.
Entre 2004
y 2005 se importaron 3.449,5 kilos de efedrina en 24 meses. En 2006 ingresó al
país casi el doble de esa cifra: 6.100,14 kilos. 2007: 19.200,29 kilos. Desde
2006, el gobierno tenía a su disposición datos contundentes que le permitían saber
que el mercado farmacéutico local estaba siendo saturado en forma irregular e
injustificada de efedrina. La Sedronar, Secretaría de Prevención de la
Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico, comenzó a detectar importaciones
desproporcionadas de esa sustancia y la presencia en el mercado de importadores
desconocidos que solicitaban permisos para ingresar miles de kilos. No obstante,
el gobierno siguió impartiendo la orden de no actuar e incluso trabando las
medidas de otros poderes orientadas a hacer algo al respecto.
Según pudo
reconstruir en su momento el diario Perfil,
uno de los técnicos de la Sedronar se citó en el despacho de uno de los tres
funcionarios centrales del organismo para comunicarle la situación. Su superior
subestimó la observación y dio por cerrada la discusión. Según la misma
investigación, el organismo tenía una feroz interna por el control de la
política de drogas con el entonces ministro de Justicia, Aníbal Fernández, que
boicoteaba permanentemente el accionar de la Secretaría.
Más adelante,
en 2014, fue procesado por la Justicia argentina José Ramón Granero, quien
condujo la Sedronar entre 2004 y 2011, acusado de ingresar al país materias
primas para la elaboración de drogas y de alterar documentación. De acuerdo con
un reporte que la Secretaría de la Defensa Nacional de México entregó en
octubre de 2010 a la Legislatura, a partir de, por lo menos, el año 2007, los
cárteles mexicanos se trasladaron masivamente a la Argentina para la producción
de efedrina.
En mayo de
2008, al menos tres meses antes del triple crimen, Mario Alberto Arzave
Trujillo, titular de la Unidad Especializada en Investigación de Delitos Contra
la Salud de la República de México, advirtió a autoridades argentinas en un
foro en Londres sobre el problema de la efedrina pero nadie le dio importancia.
El gobierno argentino demostraba una llamativa determinación a no hacer nada y
permitir que los capos narcos del mundo se asentaran en nuestro suelo a través
de dicho negocio. En 2008, un informe de la embajada de Estados Unidos afirmó sus sospechas de que el dinero para
la campaña de Cristina hubiera provenido de las FARC de Colombia por
gestión de Hugo Chávez (el ingreso de la valija de Guido Antonini Wilson
estaría en esa línea), así como de
dos cárteles mexicanos, incluyendo el de Sinaloa, acaso el más poderoso
y temible.
Fue en 2008
que tuvo lugar el escándalo del triple crimen de General Rodríguez. Este hecho
puso en evidencia que el modus operandi de las mafias narcos estaba plenamente
arraigado en la Argentina y que los traficantes de efedrina, que la importaban
en su mayor parte para triangularla hacia México, habían sido los principales
aportantes a la campaña presidencial de Cristina Fernández de 2007. La
indignación de la opinión pública fue tal que el gobierno se vio obligado a
simular ciertas medidas que le permitieran mostrarse como queriendo combatir el
tráfico de efedrina. Pero nunca se tomaron medidas de fondo al respecto. Más
aun, en 2010 el Ejecutivo argentino dejó de registrar estadísticas sobre
precursores desviados al mercado narco.
Según
publicó en País Narco el periodista
Mauro Federico, un documento reservado realizado por integrantes de Gendarmería
Nacional, técnicos del Registro de Precursores y especialistas de la ANMAT,
insistió en 2010 en que seguían cometiéndose irregularidades en el control de
los precursores químicos. Un informe de mayo de 2013 de la Auditoría General de
la Nación advirtió sobre el libre tránsito de la droga por el país. Según un reporte de la Organización de
Naciones Unidas (ONU) de junio de 2013, la Argentina ya era en aquel entonces
el tercer exportador de cocaína del mundo.
En 2014,
seis años después de que la Argentina comenzara formalmente a controlar el
ingreso de efedrina, las autoridades estadounidenses advirtieron que la sustancia
seguía ingresando en grandes cantidades y de manera irregular a la Argentina.
En 2015 actualizaron el informe anual del Departamento de Estado “International
Narcotics Control Strategy Reports”. Se reconoció que el Poder Ejecutivo había
demostrado mejoras en la lucha contra la droga, pero se resaltó que uno de los
problemas centrales seguía latente y que no se veía intención política de
erradicarlo. Argentina seguía siendo uno de los mayores productores de
precursores químicos de Sudamérica y la Sedronar, la agencia antidroga
encargada de controlar dicha sustancia, no parecía estar haciendo bien su
trabajo. Además, se remarcaba que el país se había convertido en un paraíso a
la hora de lavar el dinero del narcotráfico.
El FPV es el gran responsable
El FPV no
es víctima del narcotráfico. No sólo tiene a sus más altos dirigentes y a su
figura máxima vinculados al negocio ilegal, sino que también está bañado por
una dosis de fanatismo favorable a la incondicionalidad, la plena concentración
del poder y la aceptación pasiva de la arbitrariedad y la impunidad. Las bases de
dicho partido no pueden desligarse del todo desde el punto de vista moral si
durante años toleraron tanta corrupción e indicios tan claros de compromiso con
el narcotráfico. Ser críticos y exigentes con nuestros dirigentes no es una
opción ideológica, sino un deber moral como ciudadanos de una república.
Todo esto
queda corroborado por el hecho de que en la última década no sólo se fue
negligente o directamente pasivo a la hora de combatir el narcotráfico, sino
que se lo alentó y promovió. Hubo una acción deliberada, expresada a través de
una serie de medidas concretas, que intensificaron y aceleraron fuertemente la
presencia del narcotráfico en el país y el desembarco de los grandes cárteles
mundiales.
Entre estas
medidas se incluyen, principalmente y sin ánimo de exhaustividad: la no
reglamentación ni ejecución apropiada de la ley de precursores químicos de 2005,
que hubiera podido cortar el negocio de raíz y frenar el desembarco en
Argentina de los grandes cárteles internacionales de droga; la desradarización
de las fronteras y la anulación de escáneres en puertos para facilitar el libre
tránsito de estupefacientes ilegales; las recurrentes moratorias o “blanqueos
de capitales” con orden a los bancos no reportar sospechas de lavado; el
desmantelamiento de la agencia antidroga Sedronar; y, por último, la
provocación deliberada y el escalamiento injustificado de un conflicto
diplomático con Estados Unidos en febrero de 2011, al efecto de usarlo como
excusa para reducir drásticamente la cooperación internacional con la agencia
antidroga estadounidense (DEA). Es decir, durante la década kirchnerista no
sólo no se hizo nada para combatir al narcotráfico, sino que se hizo todo lo posible
para promoverlo y para convertir a nuestro país en un paraíso criminal.
A estas
medidas concretas hay que sumarles declaraciones que no hacían más que
fortalecer en el discurso público los intereses del narcotráfico. Hebe de
Bonafini llegó a reivindicar a viva voz a la narco-guerrilla de las FARC y
Sergio Berni citó públicamente a Pablo Escobar, fundador del cártel de
Medellín, para defender la legalización irrestricta. Asimismo, Aníbal Fernández
no se cansó de afirmar durante años, contra toda evidencia empírica, que la
Argentina era sólo un lugar de tránsito de droga y no de producción. A esto hay
que sumarle la legitimación pública de los barrabravas y delincuentes por parte
del FPV, a quienes dicho partido les dio privilegios judiciales y económicos,
además de crearles una asociación, a cambio de alineamiento político, cuando
son evidentes los lazos entre barrabravas, bandas delictivas y narcos. Cabe
agregar que el ideólogo argentino del neomarxismo populista por excelencia, Ernesto
Laclau, considera a la criminalidad, igual que el kirchnerismo, una “condición
de constitución de un sujeto revolucionario”.
Quien a
partir de 2005 fue el gran lobista en contra de la reglamentación y aplicación
de la ley de precursores químicos fue, vaya sorpresa, Aníbal Fernández. Pero
este siniestro personaje no hubiera podido hacer nada de lo que hizo de no ser
por el apoyo político, la fuerte cesión de poder y la absoluta inacción
cómplice de Cristina Fernández.
Antes de
terminar, es dable agregar que en 2008, a causa del escándalo por el triple
crimen de General Rodríguez, el Senado de la Nación aprobó un proyecto de ley,
presentado por la senadora del PJ disidente Sonia Escudero, que penalizaba con
duras sanciones la venta y el tráfico ilegal de efedrina y otros precursores
químicos. Aníbal era ministro de Justicia y Derechos Humanos y no tardó en
reaccionar. Envió una nota al bloque de diputados oficialista para ordenar que
plancharan el tema y así sucedió.
En la
misiva, el entonces ministro expresaba impúdicamente: “El proyecto en examen no
cumple con los parámetros impuestos por nuestra Constitución nacional ni por
los instrumentos de derechos humanos que forman parte de ésta”. Su exégeta en
diputados fue Diana Conti, quien supo expresar con una inexplicable
desesperación y preocupación, y cambiando llamativamente el argumento, que “los
delitos que se crean en la ley Escudero ya están en la legislación vigente”. Desde
ya que eso no era así puesto que el proyecto creaba un tipo penal específico
más amplio y eficaz, además de que no se entiende por qué tanta preocupación e
inflexibilidad por un motivo tan efímero. La senadora salteña volvió a
presentar el proyecto en 2010, pero Fernández esta vez estuvo más atento y el
mismo no pasó siquiera el Senado.
Conclusión
Es cierto
que en la década del 90 el narcotráfico creció en la Argentina y que hubo una
responsabilidad directa del gobierno menemista. Pero lo que pasó en la década
política siguiente no fue una consecuencia natural de aquello. Más bien significó
un salto cualitativo del negocio, que pudo sortear con facilidad una o dos etapas
de su desarrollo.
Durante el
gobierno del FPV, no sólo se debió haber combatido con mayor razón el
narcotráfico porque la sociedad y la dirigencia ya estaban alertadas sobre el
fenómeno, sino que de ninguna manera había motivos para que la Argentina pasara
de país de tránsito a país de producción, para que nos destacáramos como uno de
los principales exportadores de droga del mundo, para que el narcotráfico
infiltrase con tanta profundidad y eficacia el Estado ni para que los grandes
cárteles de droga internacionales hicieran pie en nuestro territorio con tanta
fuerza, trayendo consigo un vasto know-how
delictivo y mafioso que será muy difícil de contrarrestar y que se ha cobrado,
y en el mejor de los casos se seguirá cobrando durante un buen tiempo, muchas
vidas inocentes.
Son varias
las lecciones que los argentinos debemos asimilar de estos tristes sucesos.
Entre ellas, el hecho de que los personalismos populistas pueden ser muy
simpáticos con sus discursos demagógicos pero siempre la concentración del
poder tiene malos efectos sobre las instituciones y sobre la sociedad. En todos
los casos los extremismos, sean de izquierda o de derecha, terroristas o
populistas, terminan destruyendo a los países. La moderación política no es signo
de debilidad, sino el reflejo de un espíritu con auténtica vocación de servicio
y con compromiso con la institucionalidad democrática y el bien común.
Los
ciudadanos de una democracia tenemos la responsabilidad de velar por la
distribución del poder y la transparencia. Como con tanta sabiduría nos
aconsejara Mariano Moreno dos siglos atrás, no debemos siquiera contentarnos
con que nuestros gobernantes obren bien, sino asegurarnos de que no puedan
obrar mal. De lo contrario, puede ocurrir que nos percatemos de una estafa
política cuando sea demasiado tarde.
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