La visita de
Diosdado Cabello en contexto
FUENTE: Tribuna de Periodistas.
Foto: Soberania.org. |
La “venezolización” de Argentina
está cada vez más avanzada. Y esto no implica ser peyorativos con los
venezolanos, que son víctimas de su gobierno igual que nosotros. El problema
no es parecernos a Venezuela, sino que el gobierno de dicho país ha adoptado y
exportado a lo largo y ancho de Latinoamérica un modelo político autoritario.
En este contexto debe interpretarse
la visita a la Argentina del presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela y
jefe del ala militarista del chavismo, Diosdado Cabello. El político
caribeño disertará en el Congreso, se reunirá con el ministro de Defensa
Agustín Rossi, conversará con el canciller Héctor Timerman, irá a la Casa
Rosada y encabezará una reunión de la agrupación oficialista Unidos y
Organizados. Su agitada y partidista agenda no es casual. Uno de los organizadores del viaje, el kirchnerista Edgardo Depetri, no vaciló en sintetizar: “El camino
de Maduro y de Cristina significa la continuidad al que iniciaron Néstor y Chávez”.
El gobierno argentino ha seguido al
pie de la letra el modelo venezolano, que es una mezcla de posmarxismo,
clientelismo masivo, financiamiento indebido (como el proveniente del
narcotráfico) y know how totalitario
aportado por Cuba. Todo esto da como resultado un populismo con
tendencias progresivamente totalitarias que está destruyendo las endebles
instituciones y la mayormente subdesarrollada economía de buena parte de Latinoamérica. Los tres pasos fundamentales
de este modelo pueden resumirse de esta manera:
1) Acceder al poder como sea. Chávez, siendo militar, lo intentó a
través de un fallido golpe de Estado en 1992, que accidentalmente lo volvió
popular en el marco de una sociedad hastiada de los políticos tradicionales y
sin demasiadas convicciones democráticas y republicanas. Esto lo llevó
finalmente al poder en 1999, con un declarado apoyo cubano desde 1994, que lo
dotó de recursos, asesoramiento y logística nada despreciables. El “bolivariano”
devolvió este favor subsidiando al castrismo. Al año 2010, que es el último en
el que la hermética isla ha publicado cifras sobre este aspecto, los aportes
del Estado chavista llegaban a por lo menos 7.000 millones de dólares anuales
por contratación de servicios profesionales y más de 4.500 por petróleo subsidiado
(abc.es). Financiar al totalitarismo castrista fue una de las numerosas formas
en que Chávez malgastó la lluvia de petrodólares que les tocó en suerte (o mala
suerte) a los venezolanos durante la década del cero, cuando el barril pasó de
10 a 150 dólares.
Néstor Kirchner, secundado por
Cristina Fernández, hizo en Argentina algo parecido. No era militar sino
político profesional. Su atajo al poder y la popularidad no eran las armas sino
los aparatos políticos tradicionales contra los cuales había dirigido Chávez
sus dardos en el caribe. Así, Néstor gobernó Río Gallegos, luego la provincia
de Santa Cruz siendo dócil al menemismo y finalmente logró que Eduardo Duhalde
lo designara como su sucesor y pusiera a funcionar a su favor la sofisticada
maquinaria clientelar del conurbano bonaerense. Es en esta zona donde de un
momento a otro logró un drástico aumento de su popularidad a pesar de su escaso
nivel de exposición pública.
2) Concentrar todo el poder posible. Chávez contó a este respecto con
la ventaja de que una reforma constitucional no había sido realizada en el
tiempo reciente. La idea caló fácilmente en el clima de hartazgo de época. Al
poco tiempo de asumir, reformó la Ley Fundamental. Cambió el nombre del país a
“República Bolivariana de Venezuela”. Agregó un adjetivo que él mismo usaba
para definir su propia ideología política. Empezaba a destruir en lo simbólico
la separación entre gobierno y Estado y a defender la idea de discrecionalidad
y apropiación partidaria de lo público. En lo concreto, se incrementó el poder
del presidente, el período de gobierno pasó de cinco a seis años y se estatizó
la empresa Petróleos de Venezuela S.A. En 2004 el “socialista del siglo XXI” llevó
a cabo un copamiento político del Tribunal Supremo de Justicia, agregando 12
cargos a los 20 existentes. En 2007 fue autorizado por la Asamblea Nacional a legislar
por Decreto y acabó habilitando la tan añorada reelección indefinida.
En la Argentina la historia no fue
tan distinta en esencia, aunque hubo diferencias en la forma. Néstor asumió
como un representante más de la vieja política con un escaso 22% de los votos
debido a que Menem (de su mismo partido, el PJ) se bajó del ballotage. Su afán
por concentrar el poder exigía otra estrategia. No podía hacerse el
“revolucionario” de un día para el otro. Hizo “buena letra” durante dos años
hasta conseguir y empezar a construir poder propio. En el medio, tejió una
alianza ideológica y política con la dictadura castrista a través de la
intermediación de las Madres de Plaza de Mayo (laprensapopular.com.ar) y con
Venezuela a través de Luis D’Elía.
A partir de 2005 la concentración
del poder fue galopante: abuso de los Decretos de Necesidad y Urgencia, reforma
del Consejo de la Magistratura para incrementar la injerencia del poder
político en la selección y remoción de jueces, paralización de dicho sistema
llenando la Justicia de suplentes más vulnerables, incremento inusitado y por
decreto de la presión impositiva por medio de las retenciones a las
exportaciones, “superpoderes” para sortear burlonamente el más mínimo control
presupuestario de parte del parlamento, falaz prórroga de las leyes de
emergencia económica, entre otras, fueron algunas de las iniciativas tendientes
al objetivo mencionado. Nótese que se buscaba concentrar un poder históricamente
ya concentrado en exceso.
3) Endurecimiento en tiempos de crisis. A contrario de lo que dicta la
lógica común, el posmarxismo no se tranquiliza en tiempos de crisis. No conoce
la humildad ni los valores democráticos. Eso demostraría debilidad. Implicaría
reconocer que el poder pertenece al pueblo y no al gobernante. Sería como decir
“reconozco mi error, ofrezco esta rectificación y dejo a criterio de ustedes si
merezco una nueva oportunidad”. Para el populismo perder el poder no es una
opción. Tiende a simular moderación y tolerancia en momentos de fortaleza,
cuando nadie pone en jaque su poder excesivo. Por el contrario, en caso de
crisis o amenaza, no queda otra que aferrarse más fuerte que nuca al poder,
destruir o debilitar la mayor cantidad posible de “enemigos”, fagocitar la
tropa propia, crear mística extremista y, sobretodo, acrecentar y endurecer los
mecanismos de opresión de la población, como la persecución, la censura, la
represión, el clientelismo y el amedrentamiento.
Cuando Chávez falleció, su
“revolución” estaba en esta fase. Su poder había empezado a ser puesto en duda
por una oposición unificada y competitiva. Maduro (su sucesor designado) no
hizo más que seguir al pie de la letra el libreto. Ante el pedido de un
recuento de votos luego de un resultado tan parejo y sospechado, respondió con
violencia, represión y armado de causas judiciales contra opositores. Lo último
derivó en el encarcelamiento del dirigente contestatario Leopoldo López y de varios
intendentes y líderes locales. En ese contexto, Venezuela fue expulsada de la
Comunidad de las Democracias por no cumplir ya con los requisitos formales más
básicos para ser considerado un país democrático.
El gobierno argentino, luego de un
drástico descenso de la popularidad de su máxima líder debido a reiterados y
resonantes escándalos de corrupción y a una economía en franco deterioro,
sumado al hecho de la imposibilidad de reformar la Constitución para reelegirse
en 2015, también se encuentra en esta etapa de endurecimiento. Está repitiendo
la exitosa estrategia implementada luego de la derrota legislativa de 2009,
cuando avanzó sobre los medios de comunicación y adoptó un discurso más
agresivo. En esta ocasión, claro está, cuentan con la propicia circunstancia
del conflicto con los holdouts, que
les sirve para exacerbar el nacionalismo.
El caballo de batalla interno es ahora
el control de las empresas en general. Intentaron aplicarles la ley
anti-terrorista a los dirigentes de una imprenta estadounidense que quebró. Ahora
pretenden aprobar una “ley de abastecimiento” que en el modelo caribeño generó
exactamente lo opuesto, desabastecimiento, y más inflación y violencia. Para
una treintena de asociaciones empresarias argentinas, este proyecto viola
flagrantemente el derecho constitucional de propiedad y de ejercer toda
industria lícita (lanacion.com.ar).
Esto nos demuestra que los procesos
de concentración política no son más que la contracara de un proyecto de
control y monopolización de los recursos económicos de la comunidad y de debilitamiento
de la sociedad civil. Una cosa lleva a la otra.
Diosdado Cabello viene a la
Argentina, entonces, a asegurarse de que la fase de endurecimiento del modelo
chavista local se lleve a cabo con precisión y sin contrariedades. Aquellos que
se quejan del supuesto “imperio” norteamericano se subordinan sin chistar a las
directivas de la maquinaria de dominación petrolera bolivariana. Quienes se ufanan
de cuestionar la copia de modelos extranjeros siguen al pie de la letra el
falaz libreto “revolucionario” de quienes quieren detener e incluso
contrarrestar el inevitable avance de la democracia en nuestra región.
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