La detención de Milagro Sala y el colapso del Estado
paralelo
FUENTE: Tribuna de Periodistas (TDP).
Madre de Jorge Velázquez, militante radical baleado luego de ser hostigado por una patota de Sala. Le reclamó a Cristina no haberle dado el pésame. |
Son
numerosos los testimonios, las investigaciones periodísticas e incluso los
videos que relacionan a Milagro Sala con la violencia, la corrupción y el narcotráfico.
Es decir, los peores males de nuestra sociedad y lo más condenable del
kirchnerismo se condensa en la figura de una delincuente que pretendió hacerse
pasar por dirigente social.
Si Milagro
Sala no fue detenida antes, es simplemente porque gozaba de la impunidad que le
proporcionaba el FPV y, específicamente, Cristina Fernández. Ésta le giraba
millones mensualmente sin ningún tipo de control para que los distribuyera con
total discrecionalidad. Eso le permitía a Sala generar una dependencia total
hacia ella. En su ámbito de influencia, las personas debían subordinársele por
completo para poder tener un mínimo elemental de seguridad, para que las
patotas de la Túpac Amaru no las golpearan, para que sus hijos pudieran ir al
colegio o al hospital y para mantener la posesión de su casa. El resultado era
una dictadura no oficial y un Estado paralelo que chupaba recursos nacionales y
provinciales cual aspiradora, y donde crecían vertiginosamente la corrupción,
la violencia y la impunidad.
El 8 de agosto
de 2015 un joven militante radical de 20 años, Jorge Ariel Velázquez, se
encontraba repartiendo boletas de su partido de cara a las venideras
elecciones. Aparentemente, una patota de la Túpac Amaru lo vio y empezó a
amedrentarlo y hostigarlo, exigiéndole que abandonara “su” barrio. Pero el
grupo radical se negó y, más tarde, Jorge recibió un balazo por la espalda con
una calibre 22. Dos semanas más tarde murió. Esto tornó al suceso una noticia
nacional.
Para
despegarse del hecho, la Túpac Amaru emitió un comunicado en que aseveraban que
el joven fallecido estaba afiliado a su organización y que asistía a una de sus
escuelas, por lo cual era imposible que hubiera sido atacado por gente de la
Túpac. Seguidamente, Cristina Fernández repitió lo mismo por cadena nacional,
intentando apropiarse del militante radical fallecido y desligando a Milagro
Sala. Sin embargo, posteriormente referentes locales de la UCR y familiares del
joven fallecido, incluyendo a la madre, aclararon públicamente que no militaba
para Sala, que lo hacía para el radicalismo y que se había afiliado a la Túpac
para que le permitieran ir a una escuela pública que manejaba dicha
organización. “Por lo menos me hubiera dado el pésame por lo que pasó”, dijo la
madre sobre Cristina Fernández.
El gobernador
de Jujuy, Gerardo Morales, ha afirmado que “uno de los dirigentes más
importantes” de la agrupación Túpac Amaru y mano derecha de Sala, apodado “Beto
Cardozo”, es el encargado de comandar “la compraventa de drogas” en la
provincia. También la vinculó con la trata de personas. El fiscal de Estado de Jujuy,
Mariano Miranda, confirmó que se abrió una causa para investigar a Sala por
posibles nexos con el narcotráfico. Asimismo, tiene la jujeña montones de
denuncias por ingresar a edificios públicos con grupos de choque y agredir y
golpear a trabajadores, incluyendo a guardias de seguridad. Se ha detectado, a
su vez, que tiene un auto de 30.000 dólares que no puede justificar. Su esposo
dijo en un reportaje radial que se lo regalaron “doce amigos”, pero consultado
sobre quiénes eran esos amigos se negó a dar los nombres. Su hijo también tiene
un auto llamativamente costoso y dijo que lo compró tras juntar peso por peso
haciendo “changas”.
Por su
parte, Carlos “Perro” Santillán, legendario y prestigioso dirigente sindical
jujeño de izquierda, acusó a Sala de instalar la “narcopolítica” en la
provincia y de formar “un grupo paragubernamental” dedicado a “reprimir
trabajadores”. Y hasta la responsabilizó por el crimen del joven Lucas Arias,
quien fue agredido brutalmente por una patota comandada por Sala junto con otro
compañero. “Con un revolver le partió en tres partes el cráneo” y “murió seis
meses después”, afirmó. El crimen habría sido realizado en una oficina del
Ministerio de Obras Públicas de la provincia. El ministro kirchnerista Luis Cosentini
se habría retirado raudamente del lugar, que tiene fuerte presencia policial,
para regresar una vez terminado el hecho.
En pocas
palabras, todo parece indicar que a Sala no le quedó maldad por hacer. Y quien
no quiera creerlo que simplemente se tome la molestia de investigar unos pocos
minutos en Internet o de viajar a Jujuy para hablar con la gente. Casi que está
fuera de discusión que la dirigente jujeña debe estar presa. Sólo la defiende
el convenientemente fanático e intransigente núcleo duro del FPV, siendo sus
principales voceros en este tema el corrupto de Amado Boudou, el violento
antisemita de Luis D’Elía y el defensor serial de los intereses (no de los
derechos) de los delincuentes, Eugenio Zaffaroni.
Así y todo,
la detención de Milagro Sala ha causado más revuelo y polémica de lo esperado
debido a la forma en que fue desarrollada. Poco se ha dicho hasta ahora de lo
bueno que es saber que tanta impunidad se terminó, y que miles de jujeños van a
poder, simplemente, volver a respirar con tranquilidad.
Los hechos
se sucedieron de la siguiente manera: Gerardo Morales triunfó en la elección de
gobernador de 2015. Esto significó un cimbronazo importante para Sala, ya que
se trataba del dirigente político más duro al condenar sus abusos. Sea por
acomodaticios, porque estaban amenazados, porque no tenían garantías del
gobierno nacional ni del provincial o por lo que fuere, no pasó mucho tiempo
para que la Justicia local empezara a movilizarse contra Sala como nunca lo
había hecho.
La
dirigente jujeña sabía que se le venía la noche, que iba a perder el manejo
arbitrario de millones de pesos que el Estado nacional le pasaba ilegítima y
discriminatoriamente. Por eso no tardó en organizar un gran acampe frente a la
gobernación, exigiendo que no le sacaran sus millones.
Este acampe
implicó el corte de calles, daños a la plaza y un perjuicio directo a los
comerciantes del lugar, que no podían vender sus productos. Y todo esto para
solicitar algo ilegal: que continuara la falta de transparencia, la
discrecionalidad y la discriminación en el reparto de fondos, todo lo cual se
disfrazaba ante la prensa como la “continuidad de los puestos de trabajo de las
cooperativas de la Túpac Amaru”. No se trataba de una simple manifestación,
sino de un asedio permanente a un gobierno y de una ocupación ilegal del
espacio público sin un motivo válido y para exigir una ilegalidad.
Pero el
flamante gobernador tampoco estuvo lento de reflejos. Lanzó el Plan de
Regularización y Transparencia de Cooperativas y Beneficios Sociales. Por el
mismo, se abrió un registro público en el cual debían inscribirse las
cooperativas y organizaciones sociales para poder recibir ayuda y beneficios de
parte del Estado. Cualquiera podía inscribirse. Pero hacerlo implicaba
transparentar los fondos y bancarizar a los beneficiarios, de manera tal que se
terminaba con la discriminación a favor de Sala y se eliminaba la
intermediación discrecional entre los fondos y sus destinatarios. Esto desarticula
los mecanismos clientelares que atrapan a la gente y hacen rentable la pobreza.
La medida
de Morales dejó en offside a Milagro, quien se negó a inscribirse. A ella claramente
no le interesaba que todos los cooperativistas de la provincia pudieran acceder
a los beneficios. Sólo quería sostener el Estado paralelo totalitario y
clientelar que había construido con tanto empeño. Un Estado paralelo que, según
la misma Sala, daba trabajo directamente a unas 66.000 personas en una
provincia de un total de aproximadamente 700.000. Si sumamos a esa cifra grupos
familiares, empresas controladas y otras formas de dependencia como la entrega
de viviendas sin titularización y la prestación discriminatoria de servicios
básicos como salud y educación, se puede decir, siendo muy conservadores, que
llegó a depender de Sala por lo menos un 15% de la población. Y la maquinaria
clientelar seguía creciendo cada año.
Pero Sala
no fue detenida inicialmente por violencia política, homicidio, lesiones,
extorsión, malversación de fondos públicos, narcotráfico, destrucción de
propiedad privada y pública, etc., sino por cortar una calle y organizar un
acampe ilegal. Esto es lo que motivó que el reclamo a su favor gozara de mayor
visibilidad de la que se merece.
Human
Rights Watch se hizo eco del asunto y emitió un comunicado al respecto. Esto le
permitió a Eugenio Zaffaroni decir que el hecho se había convertido en un
“escándalo internacional”. También agregó que “al gobernante no se lo vota para
que incentive conflictos”. Llamativa frase que, al provenir de un kirchnerista,
es en el mejor de los casos solamente un chiste de muy mal gusto.
Lo que
Zaffaroni nunca dijo es que Human Rights nunca solicitó la liberación de Sala,
sino que se limitó a llamar la atención sobre la figura de “sedición” en el
Código Penal argentino, solicitando que fuera derogada por ser susceptible de
ser usada para coartar la libertad de expresión. Eso fue lo único que se solicitó.
Ni más ni menos. De ahí a pedir que liberen a Sala hay un abismo que sólo puede
ser recorrido por fanáticos dispuestos a justificar cualquier cosa con tal de
que su ideología autoritaria vuelva a gobernar. Pero Zaffaroni fue mucho más
allá que Huma Rights, y solicitó también la derogación del tipo penal de
“asociación ilícita”, figura básica que se usa en todo el mundo para luchar
contra organizaciones criminales complejas, y que consiste en asociarse para
cometer delitos, como puede ser el narcotráfico o el terrorismo. Se trata de
otro delirio intelectual de quien cree que el poder punitivo no es parte de la
solución del delito, no ayuda a garantizar una sociedad estable, no repara ni
tampoco neutraliza peligros inminentes. O sea, no sirve para nada. Esta creencia
se entronca con el neomarxismo, ideología autoritaria camuflada para la cual el
Estado de Derecho democrático es intrínsecamente opresivo y el populismo de
izquierda liberador.
Milagro fue
detenida inicialmente por “instigación a cometer delitos” y “tumulto” (lo que
Human Rights llamó “sedición”). Es decir, se la detuvo por lo menos grave que
se la pudo haber detenido. Es una estrategia que se ha usado para enfrentar
grandes mafias. El caso más conocido es el de Al Capone en Estados Unidos. Era
un gran traficante y asesino pero sólo se lo pudo apresar por evadir impuestos.
Es decir, se lo detiene primero por aquello que es más evidente y fácil de
demostrar, y luego se intenta demostrar el resto. Esto fue lo que se hizo con
Sala en Jujuy.
Si el delito
de “sedición” o “tumulto” debe derogarse, es otra discusión (el FPV pudo
haberlo hecho durante diez años y no lo hizo). Pero eso no significa que Sala
deba ser liberada. De hecho, fue detenida por figuras que están en el Código
Penal y que son ley vigente, y no sólo por “tumulto” sino también por
“instigación a cometer delitos”. En el peor de los casos, su situación procesal
fue corregida y el reclamo por su liberación carece de todo sentido. A los
pocos días de ser detenida, ya se le sumaban otras causas mucho más graves,
como malversación de fondos públicos, asociación ilícita y extorsión. Además, tener
tan graves acusaciones, más el hecho de tener montado un verdadero Estado
paralelo en Jujuy, la tornan extremadamente peligrosa procesalmente hablando, lo
cual amerita la prisión preventiva durante el proceso.
En
definitiva, Milagro Sala debe seguir presa y ser juzgada como corresponde por
sus aberraciones. Es lo mínimo que puede pedir cualquier ser humano que tenga
un mínimo sentido y anhelo de justicia. Lo verdaderamente importante es que el
Estado paralelo clientelar y totalitario que Sala estaba montando en Jujuy, con
el pleno apoyo político del FPV y de Cristina Fernández, está siendo
desmantelado desde sus raíces. Y no para reemplazarlo por otro, sino a través
de mecanismos de transparencia y de institucionalización de la ayuda estatal
que pueden desarticular el abuso del clientelismo.
Lo que hizo
Sala no fue, como dicen algunos, llenar un vacío que dejó el Estado, sólo que
con métodos malos. El Estado deja vacíos desde hace mucho tiempo gracias, en
parte, a personas como Sala, que están dispuestas a hacer un uso ilegal,
discriminatorio y extorsivo de los fondos públicos; que montan maquinarias
clientelares para venderlas al mejor postor, rifando la dignidad y el futuro de
la gente, y que permiten que los malos gobernantes puedan ganar
sistemáticamente elecciones.
Tampoco es
cierto que la jujeña se corrompió en medio de una dura lucha contra tanta
injusticia. Ya desde joven se dedicó a la delincuencia menor, por lo cual fue
apresada. Su actual delincuencia mayor es el resultado natural de un estado de
nula espiritualidad y sensibilidad que fue consecuencia de haber elegido el mal
camino desde el principio. Ese mal camino fue el que le permitió ascender
vertiginosamente dentro de la estructura de poder del FPV, y el que la llevó
ahora a prisión.
Ojalá
permanezca allí por muchos años por el honor y la memoria de todos aquellos que
sufrieron y sufren tanto por su culpa, y para que se reduzcan las posibilidades
de que una atrocidad así vuelva a ocurrir en nuestro suelo. Fuerza Jujuy.
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