FUENTE: La Capital
El pasado martes se llevó a cabo en todo el país un conjunto de movilizaciones a favor de la libertad de expresión y en contra del proyecto de ley de medios promovido por el kirchnerismo tal cual llegó a la Cámara de Senadores de la Nación. Yo tuve el honor de formar parte de un grupo de estudiantes rosarinos autoconvocados que no se arroga ningún tipo de representación, que se mueve desde una visión ciudadana y que fue el que tomó la iniciativa de organizar el acto realizado en nuestra ciudad.
Se ha especulado sobre si la movilización fue exitosa o si fue un fracaso. Claro que, dada la trascendencia de la cuestión, la participación debió haber sido mucho mayor, pero la verdad es que, por diversas razones, creo que todo el movimiento fue un gran éxito. Primero, porque no hubo partidos políticos detrás y todo surgió espontáneamente desde internet, con muy poco tiempo disponible para buscar apoyos y lograr una difusión y movilización masivas.
En Rosario en particular, los estudiantes que nos reunimos para realizar un acto en apoyo al acto de Buenos Aires, no pudimos contar con muchas organizaciones intermedias que movilizaran personas, valiéndonos únicamente del espacio que ciertamente nos dieron muchos medios de comunicación y de nuestros propios y humildes recursos. Finalmente, el horario y el clima no fueron los más alentadores para la gente, como tampoco el tema, que al margen de su importancia no deja de ser técnico y abstracto en la mayoría de sus puntos, lo que no es propicio para la movilización masiva.
A pesar de todo lo anterior, 8.000 personas en Buenos Aires, 2.000 en Rosario y seguramente miles más en otras partes del país, se tomaron la molestia de salir de sus casas o de su trabajo, y de aguantarse el frío, el cansancio y el amedrentamiento de organizaciones kirchneristas que organizaron contra-marchas, es decir, marchas en oposición a nuestro derecho a movilizarnos y expresarnos, en el mismo horario y lugar en el que lo hacíamos nosotros.
Toda esa gente que se movilizó el martes no reaccionó ante un atropello o expoliación, sino que se anticipó a un problema, se sacrificó o molestó dentro de sus posibilidades por una causa de bien común y con una visión a largo plazo. Ese fue el mayor éxito de la jornada: el comienzo de una actitud ciudadana responsable y participativa que aún debe profundizarse pero que, sin lugar a dudas, existió y de una manera que quizás pocas veces hemos visto en los últimos tiempos.
No caben dudas de que la ley de medios actual es perfectible y de que el mercado de medios que tenemos podría desconcentrarse aún más y volverse más diverso, plural y competitivo. Pero también es cierto que para que haya libertad de expresión es tanto necesaria la desconcentración de los medios como su independencia del poder de turno. Es en este último punto en el que no podemos quedarnos tranquilos con el proyecto promovido por el kirchnerismo tal cual está redactado.
En dicho proyecto, no se dan garantías de independencia ni se delimitan adecuadamente las funciones de la autoridad de aplicación. No es que rechacemos esta ley por el gobierno que la promueve. Es cierto, dicho gobierno ha demostrado una y otra vez su afán por acumular poder sin límite y su aspiración a la hegemonía absoluta. Eso tiene que hacernos ser muy prudentes, pero sin llevarnos a rechazar de pleno toda iniciativa que provenga del mismo.
No es admisible aprobar una ley por la sola razón de que es posterior a la anterior o porque quien la promueve alega que es la última vez que los representantes van a tener la posibilidad de aprobar una nueva ley sobre dicho tema. No me parece prudente analizar en una ley propuesta por un gobierno con clara vocación hegemónica si hay algunos artículos buenos, sino que creo que debe analizarse si dicha ley hace agua y por dónde, es decir, si hay o no un engaño para acumular más poder discrecional e ilimitado contrario al Estado de Derecho democrático que debería regirnos.
Los movimientos con tendencias expansionistas muy marcadas siempre buscan las más variadas excusas y distracciones para lograr cercenar gradualmente los derechos y garantías de los ciudadanos. Con la excusa de reducir la burocracia se generó una intromisión del Ejecutivo en la Justicia que atenta contra su independencia, y ahora con el argumento de la desconcentración se fragmentan los medios de comunicación, pero dentro de un marco general de dependencia e intromisión del Poder Ejecutivo de turno.
Entiendo que muchos piensen que el kirchnerismo es cosa del pasado, pero no sólo no sería argumento suficiente para aceptar un esquema de intereses e influencias contrario a la democracia que podría corromper a cualquier gobierno en el futuro, sino que, además, creo que nunca hay que subestimar la capacidad de reacción y voracidad de los movimientos autoritarios o totalitarios.
De un día para el otro, Alemania se hizo nazi contando este partido con un supuesto respaldo popular de apenas el 30 por ciento de la población; de un día para el otro en Nicaragua se practicaron elecciones fraudulentas y se desechó ligeramente la posibilidad democrática; de un día para el otro Chávez avanzó sobre los medios de comunicación y echó del país al observador de Human Rights Watch que se había atrevido a denunciar la violación de los derechos humanos en Venezuela.
Dejamos, como estudiantes preocupados y movilizados, pero fundamentalmente como ciudadanos, una humilde propuesta: que tengan en cuenta nuestros representantes que el tema está instalado y que todos los partidos se han visto obligados a asumir compromisos con sus electores y sus afiliados sobre la necesidad de una reforma destinada a desconcentrar los medios, y que le hagan a este proyecto los cambios que sean necesarios para que se siga debatiendo y mejorando la ley promovida por los Kirchner, si es necesario más allá del próximo recambio legislativo.
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