Es indudable que la degradación de las instituciones democráticas en gran parte de América latina es el factor que genera tanta exclusión y pobreza. Instituciones que servirían para controlar gobernantes o armonizar distintos puntos de vista terminan siendo utilizadas como aparatos burocráticos politizados o maquinarias recaudadoras de votos. Y esto es lo que le permite básicamente a una oligarquía reaccionaria concentrar exageradamente el poder político para, en vez de perseguir el interés general, perseguir el interés de una minoría.
Estas cuestiones suelen verse como una deformación transitoria del sistema democrático republicano. Ahora, si en realidad no existen garantías para combatir la corrupción ni garantías de una justicia independiente, y la misma deformación continúa incesantemente. ¿No estaríamos ante una estructura política permanente y estable que se realimenta de forma constante? ¿No estaríamos ante un sistema político oligárquico situado (en cuanto al sometimiento que ejerce sobre la población) muy cerca del totalitarismo?
El tema es que los factores o acontecimientos que son parte de esta clase de sistemas no son atacados, generalmente, por la población, producto del acostumbramiento. En la Argentina es tradicional la politización de la Corte Suprema o la práctica del clientelismo político por parte de los partidos dominantes (PJ y UCR). Sin embargo, la gente sólo salió a protestar cuando se le confiscaron sus ahorros, sin darse cuenta que su derecho de propiedad sobre los mismos había sido violado gracias al sistema vigente.
Hoy en día, la intelectualidad mundial, especialmente parte de los más importantes economistas que fueron protagonistas del denominado "consenso de Washington", empiezan a reconocer el grave error que fue haberle dado mayor importancia al ámbito económico que al político. Se conoce, hoy en día, que unas correctas medidas económicas no darán resultados correctos donde sean aplicadas, de no existir instituciones democráticas adecuadas. Por lo tanto para progresar, antes de establecer ciertas medidas económicas específicas, es necesario fortalecer y transparentar las instituciones democráticas.
La crisis en Ecuador es claramente una purga entre quienes apoyan un verdadero sistema democrático republicano y quienes favorecen la continuidad del sistema oligárquico vigente en gran parte de los países latinoamericanos. El proceso democratizador de Ecuador podrá salir victorioso o no en el corto plazo, pero el hecho de que en ese país se le haya dado tanta importancia a la manipulación política de la Corte Suprema de Justicia por parte del ex-presidente Gutiérrez es un indicio de la madurez democrática a la que está llegando parte de su población.
¿Se podría decir entonces que América latina como región geográfica se encuentra atravesando un período similar al de las Revoluciones Liberales de Europa ocurridas entre 1800-1850? En el ámbito cultural, antes de llevarse a cabo las denominadas Revoluciones Liberales, la población europea presentó una notoria mejoría en cuanto a los avances científicos o a la elaboración de ideas políticas y económicas. Curiosamente, durante el período 1985-2000 la cantidad de artículos científicos publicados provenientes de América latina aumentó en un 200%. ¿Podría entonces decirse que el período comprendido entre los años 2000-2050 sería el del "Gran Despertar Latinoamericano"?
Obviamente las fechas son relativas. En Inglaterra el Gran Despertar ocurrió en todo caso en el año 1688, pero también Chile ha logrado establecer un verdadero sistema democrático representativo y ha logrado llevar a la práctica una política de desarrollo a largo plazo antes que otros países de América latina. En Francia, las revoluciones comienzan en 1789 y no cesan hasta 1870, pero también ocurrieron levantamientos en algunos países latinoamericanos durante la década del ´90 y la instalación de una democracia representativa republicana en Brasil comienza a darse en 1985.
Es necesario, además, considerar las diferencias de la época, es decir, del contexto. Mientras que a lo que se oponían las "revoluciones liberales" en Europa era un absolutismo explícito, en América latina, debido a la presión externa que favoreció en varias ocasiones el establecimiento en cuanto a formalidad de constituciones liberales, lo que se combate es un sistema oligárquico disfrazado de democracia. De ahí la dificultad para entender el proceso de desconcentración del poder político que se está sucediendo. Tanto el absolutismo europeo como la oligarquía disfrazada latinoamericana representan sistemas de exagerada concentración del poder político que obstaculizan el progreso económico.
Como consecuencia de esto, en Europa, en un período de aproximadamente 50 años, se produjeron constantes y repetitivos levantamientos populares que no cambiaron las cosas de un día para el otro, sino que fueron desplazando de a poco a la oligarquía instalada, para que el poder sea desconcentrado en una burguesía industrial mucho más numerosa. Este mismo proceso, que tiene como resultado final el establecimiento de una verdadera democracia representativa y republicana que permite la industrialización y el desarrollo sostenido, podría estarse dando en América latina, en términos muy generales, a partir del año 2000.
La analogía entre las revoluciones liberales europeas y los constantes levantamientos latinoamericanos puede parecer errónea superficialmente, pero es justamente la superficie lo que difiere como consecuencia de la época. Si tenemos una mirada más profunda, encontraremos muchas mas semejanzas de lo esperado. Tan sólo el tiempo se encargará de verificar si el proceso iniciado básicamente a partir del año 2000 en América latina terminará siendo tan exitoso como el iniciado en Europa a comienzos del siglo XIX. Tan sólo el tiempo se encargará de decirnos cuándo realmente se producirá el tan ansiado y esperado "Gran Despertar Latinoamericano".
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