Cuando el dogma
garantista vale más que el ser humano
Luego del fin y el descrédito
definitivo de las dictaduras militares en América Latina, se generó un clima
favorable a la democracia y a la limitación del poder. Sin embargo, nuestra
falta de experiencia y cultura democrática hizo que en muchos casos la
democracia permaneciese en el ámbito de lo formal, sin división de poderes,
transparencia ni rendición de cuentas; y que la limitación del poder fuese interpretada
a veces como un freno al ejercicio de la autoridad pública, en vez de como un
límite a la arbitrariedad.
En este marco, emergió y se difundió
el mal llamado “garantismo”, que toma las garantías jurídicas propias de un
sistema democrático, o del llamado “derecho penal liberal”, y las desnaturaliza,
convirtiéndolas en fines en sí mismos. Las extrapola a tal punto que dejan de
ser garantías protectoras de derechos y libertades, y pasan a ser trabas
insólitas a la fuerza coercitiva y la autoridad del Estado. Esto debilita el
Estado de Derecho y facilita la violencia, la criminalidad y la concentración
del poder.